
De aquella vez, recuerdo tu pelo color castaño-no-te-vayas, clavado en el agujero de mi clavícula.
-Eres como un sueño-me dijiste.
Y yo, que no sé cómo se contesta a eso, dejé que te comieras el contexto de mis fantasías.
Recuerdo tus dedos gruesos masturbándome la boca, tus labios finos aleteando entre mis piernas, mis rodillas apretándote hacia mí.
-Cuando termines, me iré, y no volveré-Te condené.
-No me importa-balbuceaste.
Pero sobre todo, recuerdo cincuenta y cuatro maneras de besar, y una manera de quererte.